Artículo escrito por Alejandra Alayza, publicado en el diario La República. Para enfrentar los problemas del
calentamiento global derivados del uso de combustibles fósiles –y lejos de
priorizar estrategias que reduzcan el uso de transporte–, a nivel global se
impulsa el uso de biocombustibles, denominados así por ser de origen orgánico.
Sin embargo, es necesario precisar la denominación y esclarecer el nombre,
denominándolos agrocombustibles tanto por razones de origen como de impacto.
El biodiesel y bioetanol usan
exclusivamente productos agroalimentarios, como el aceite de palma, la soya,
caña de azúcar y cereales. La segunda, busca desmitificar la denominación “bio”
que suele asociarse a lo ecológico o no contaminante. En un entorno creciente
de estrés hídrico, producir 1 lt de agrocombustible requiere 2.500 lts de agua,
agudizando el problema.
Ha incrementado la demanda global
por tierras, acelerando procesos de cambio de uso de suelo y desforestación por
la ampliación de la frontera agrícola. Este fenómeno se da también en el Perú,
donde el azúcar para etanol en la costa y la palma en la selva están ya en
carrera. ¿Cómo haríamos?
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