Artículo escrito por Laureano del Castillo de CEPES, publicado en el diario La Primera. Se anuncia
la cercanía del evento El Niño en nuestras costas. Hoy sabemos que no es un
“fenómeno” (como nos enseñaron en el colegio) sino un hecho recurrente, que
parece haberse vuelto más frecuente. Sus secuelas son conocidas: lluvias e
inundaciones, pero también sequías.
Precisamente
la sequía en el norte del país ha ocupado las noticias de las semanas
anteriores. Se ha recordado que estos eventos son recurrentes (tal como las
heladas, en época de invierno en las zonas altoandinas) y se han ensayado
medidas de emergencia, para evitar la pérdida de cultivos, como derivar aguas
del proyecto Olmos a los arrozales en el valle de Chancay-Lambayeque. Pero los
daños siguen siendo enormes.
Organismos
internacionales estiman que cada año se pierden en el mundo alrededor de 42 mil
millones de dólares debido a la desertificación y la degradación de las tierras
en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas. Esa es una de las preocupaciones que
inspiraron la aprobación de la Convención de Naciones Unidas de
Lucha contra la Desertificación y la Sequía, de la que nuestro país es parte. De
todos los eventos extremos, las sequías son las que causan los mayores daños que,
como suele suceder, afectan sobre todo a la población más empobrecida. Las
sequías no son aparatosas como una inundación o un huracán, ni tienen inicio ni
final preciso, pero producen enormes daños y afectan los medios de vida de las
peruanas y los peruanos.
Hay
algunos avances en esta materia, como el “Plan de Adaptación al Cambio
Climático del Sector Agrario 2005-2015” (Plan GRACC), que identifica zonas de
potencial peligro a la sequía a nivel nacional, y el “Plan de Prevención ante
la presencia de fenómenos naturales por inundaciones, deslizamientos, huaycos y
sequías”. Pero, como quedó evidenciado en el taller internacional "Desarrollo de Capacidades
en apoyo a las Políticas Nacionales de Gestión de Sequías", se
requiere un Plan Nacional, donde se definan responsabilidades claras
(funciones, coordinación y también los recursos necesarios) de los tres niveles
de gobierno, así como de la sociedad, para prepararse para estos eventos. Solo
para tomar un ejemplo de la situación actual: mientras SENAMHI monitorea la
sequía en el sur, el MINAGRI evalúa sus perjuicios en la costa norte.